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Retos y oportunidades del mercado energético ecuatoriano

Paola Ramírez Peñaherrera, Analista Técnico de la Información IIGE.


La energía es un componente esencial para el desarrollo económico y humano de una nación que persiga su bienestar y progreso, siendo necesario tomar como prioridad la adecuada obtención, desarrollo y uso sostenible de fuentes energéticas para sus ciudadanos [1].


Al momento, uno de los retos importantes en la región de América Latina y el Caribe (ALC), es garantizar el abastecimiento de energía ambientalmente sostenible y que simultáneamente, se satisfagan los objetivos sociales y económicos de la población. En este aspecto, dos de las metas principales del sector energético son, promover el desarrollo de sistemas energéticos sostenibles y reducir el impacto de la energía sobre el clima [2].


Sobre esta base, Ecuador ha desarrollado instrumentos de planificación energética que se

encuentran enfocados en promover el uso eficiente de la energía, el uso de energías renovables y la disminución de las pérdidas; sin embargo, no parten de un horizonte alineado a la mitigación y adaptación al cambio climático. En este sentido, la reducción de emisiones, es el resultado de un co-beneficio de la implementación de los planes de desarrollo del sector energético. Evidenciándose de tal manera, la necesidad de una reestructuración de los sistemas energéticos a través de la inclusión de un panorama holístico, que permita una visión integral del sector energético y el medio ambiente.


De igual manera, el actual panorama mundial nos obliga a considerar dentro de las interacciones del sistema energético a los efectos ocasionados por la crisis sanitaria generada por la pandemia del COVID-19, ya que supone una desaceleración en la actividad económica a nivel global producto de las medidas de distanciamiento social y aislamiento. Es decir, esta coyuntura ha generado una contracción de la demanda energética de la industria y los comercios en todos los países de la región de ALC, por el freno en la actividad económica que trae como consecuencia una alteración de la oferta y un impacto directo sobre las inversiones en infraestructura eléctrica por parte de las empresas generadoras y distribuidoras [3].



Dentro de este contexto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), afirmó que la región debe avanzar hacia un modelo de desarrollo más sostenible, a través de una mayor integración, para mitigar los efectos de la pandemia del COVID-19 como una opción estratégica [4]. En este sentido, de acuerdo a la Estrategia Integrada para la Adaptación y Mitigación del Cambio Climático y Energías Renovables y Sostenibles, la energía sostenible hace referencia a un enfoque del sector orientado a: (a) promover el acceso universal, confiable y asequible a los servicios de energía; (b) apoyar la sostenibilidad a largo plazo de los proyectos energéticos para satisfacer la demanda actual y futura; (c) garantizar la calidad y promover la eficiencia económica en el abastecimiento de los servicios de energía, y (c) contribuir a la reducción del impacto ambiental, incluyendo el cambio climático. La energía sostenible también tiene como objetivos: reducir la vulnerabilidad de las economías nacionales a la variabilidad de precios y de abastecimiento de combustibles en los mercados mundiales y, fomentar la tecnología y el desarrollo de empleos sostenibles a nivel ambiental y social [1].


Para Ecuador, como para muchos países de la región, el principal reto en materia energética consiste en la evolución a sistemas energéticos más eficientes, asequibles y sostenibles que permitan responder de forma inmediata a los requerimientos actuales. Es importante destacar que nuestro país, ha realizado grandes esfuerzos en diversificar su matriz energética y desplazar el uso de combustibles fósiles en la generación de energía, ofertando hasta un 78% de electricidad a partir de fuentes de energía limpia como la hidráulica, con un aporte del 76,3%, y de otras fuentes de energía renovable no convencional con 1,8% [5].



Figura 1. Generación eléctrica por fuente 2019 [5]


Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer, siendo indispensable canalizar recursos hacia inversiones estratégicas para lograr un desarrollo futuro menos dependiente de la importación de tecnologías y de las exportaciones de productos primarios que favorezcan al desarrollo social. Un claro ejemplo es el aprovechamiento de residuos para generar energía, implementación de sistemas de eficiencia energética, mayor penetración de energías renovables no convencionales y movilidad sostenible. Estrategias que ofrecen una oportunidad de cambio del sistema energético actual, a través de una optimización e innovación de los recursos, para un desarrollo sostenible tanto energético como ambiental.

REFERENCIAS


[1] Banco de Desarrollo de América Latina, Energía: Una visión sobre los retos y oportunidades en América Latina y el Caribe, marzo 2013.


[2] Banco Internacional de Desarrollo, El sector energético. Oportunidades y desafíos, agosto 2016.


[3] KMPG Bussiness Insights América del Sur. Una síntesis de los impactos de la COVID-19 en el sector energético de América del Sur, julio 2020.


[4] CEPAL, América Latina y el Caribe ante la pandemia a del COVID -19: efectos económicos y sociales, abril 2020, Santiago de Chile


[5] Instituto de Investigación Geológico y Energético: Balance Energético Nacional 2019, diciembre 2020. Quito-Ecuador.

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